Cuando nos llegue el momento de exhalar el último suspiro, ¿qué nos espera? Quizá es esa ignorancia de lo que hay más allá de la muerte lo que nos inspira tanto temor. Pero algunos han logrado llegar a la frontera del otro mundo, mirarlo y volver. Sus historias son fascinante
Me vi rodeado por una especie de nube rosada. No sentía dolor alguno, sino una extraordinaria sensación de bienestar. Oía las voces de la gente gritando en torno a mí: ¡Está muerto, está muerto! Ví cómo me cargaban en una camilla y me cubrían con un tejido negro. Quería gritarles que estaba vivo, pero no podía. Luego tuve la impresión de que me colocaban en un féretro, de asistir a mis propios funerales. Y pese a todo, no sufría. Me parecía vagar en un mundo compuesto de un cielo azul y una serenidad inmensa. Después, escuché la voz de la enfermera que cuidaba mis heridas: "Permanezca tranquilo. Está perfectamente vivo, aunque le habíamos dado por muerto".
Así nos relata su experiencia cercana a la muerte el cantante Charles Aznavour. Sucedió el 31 de agosto de 1956. Su coche chocó con un camión, y él fue conducido a un hospital, en coma. Al recobrar el conocimiento recordó su extraordinaria vivencia, similar a la que narran millones de personas en todo el mundo que, a consecuencia de accidentes, operaciones o enfermedades, estuvieron en coma o clínicamente muertos, y lograron recuperarse.
Estos relatos se conocen técnicamente como experiencias de casi-muerte (ECM) o de muerte inminente. El inventor de este término es el doctor Raymond Moody, quien lo popularizó hace 25 años en su best seller mundial Vida después de la vida. Este libro renovó la curiosidad popular por lo que pueda esperarnos después de la muerte, inquietud tan vieja como el ser humano.
Resulta asombroso que, antes de Moody, este fascinante fenómeno estuviese prácticamente ausente de la literatura médica. Por eso no es de extrañar que su libro, un tanto ingenuo y más repleto de preguntas que de respuestas, suscitara las iras de los escépticos, quienes consideraban que los informes de unos cuantos cientos de personas no tienen gran validez científica. Ello se debe al enfoque eminentemente racionalista de la medicina y de los científicos en general, cuya actitud suele ser despectiva con aquello que no se pueda medir y demostrar de forma clara, y más aún si aparece rodeado de ribetes místicos.
Sin embargo, uno de cada veinte norteamericanos adultos – unos ocho millones de personas – parece haber vivido una ECM. Esto es lo que se desprende de un sondeo realizado por el Instituto Gallup en 1982, según el cual el 15 por ciento de los encuestados afirma haberse encontrado alguna vez al borde de la muerte, aunque no todos recuerden vivencias psíquicas. De estos, el 11 por ciento describe una sensación abrumadora de paz y ausencia de dolor; otro 11 por ciento experimentó una rauda revisión de su vida pasada; otro 11 por ciento tuvo la sensación de estar en un mundo diferente; un 9 por ciento se sintió fuera de su cuerpo; un 8 por ciento notó que unos seres especiales estaban presentes durante su experiencia; un 5 por ciento contempló luces cegadoramente brillantes; un 3 por ciento percibió un túnel, y el uno por ciento restante tuvo una sensación de tormento infernal.
Si bien es cierto que los libros publicados sobre el tema han animado a muchas personas influenciables a proporcionar detalles más que imaginativos sobre sus ECM (o NDE, siglas de "Near-Death-Experience"), la vasta dimensión alcanzada por este intrigante fenómeno, y los interrogantes que suscita, requieren una atención científica que, de hecho, ya ha comenzado a recibir. ¿Qué describen los que llegaron hasta el umbral de la muerte y volvieron para contarlo? ¿Son estas experiencias un anticipo de lo que nos aguarda después de la muerte, o acaso tienen una explicación más mundana?
Cardiólogos, cirujanos, psiquiatras, psicólogos, biólogos y otros especialistas de todo el mundo intentan dar respuesta a estas y otras preguntas, estudiando detalladamente los dichos relatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario