Había una serpiente que aterrorizaba a los niños de la aldea cada vez que salían a jugar. Los ancianos fueron y hablaron con ella para pedirle que no les mordiera a los niños. La serpiente accedió, y durante varias semanas, las cosas marchaban bien. Los niños disfrutaban jugando al aire libre y, día tras día volvían a casa felices, sanos y salvos.
Entonces los ancianos fueron a darle las gracias a la serpiente, pero la encontraron atada en nudos y llena de moratones. Cuando le preguntaron qué le había pasado, la serpiente contestó:
- “Vaya, vosotros me dijisteis que dejara de morder a los niños”.
- “Es verdad –le respondieron– , te dijimos que dejaras de morderles, pero no que dejaras de silbar”.
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