Pero la muerte es una mujer, y no perdona una burla, y menos un desaire:
Cuando se dio cuenta del engaño, borró al infeliz de su lista, los años pasaban y el criado, seguía, eternamente joven, mientras su mujer, sus hijos, iban envejeciendo con el paso del tiempo. Una noche, una turba con antorchas, prendió fuego a su casa, mientras gritaban, ¡lapidad al brujo! ¡muerte al hijo se Satán!, escaparon milagrosamente y fueron a refugiarse a un pueblo lejano donde nadie les conocía, ahí fueron muriendo, primero su mujer, después sus hijos y volvió a huir, sólo podía permanecer unos años en un lugar, cuando la gente se percataba de que el tiempo no contaba para él, debía escapar y seguir escondiéndose, no tenía amigos, no volvió jamás a casarse ni a vivir en sociedad, estaba solo, completamente solo, terriblemente solo. Un día presa de la desesperación, se arrojó de lo alto de un minarete, pero la muerte, su vieja amiga, le recogió antes de que su cabeza se estrellara contra el suelo -No olvides que perdiste tu oportunidad, solo esta guadaña puede acabar con tu vida, yo estaré guardándote, cuidándote, para que vivas eternamente, y así tengas tiempo de arrepentirte de tu burla a perpetuidad.
Pasaron lo siglos y el pobre desgraciado, seguía huyendo, arrastrándose, como una fiera perseguida por los perros, un día, invocó a la muerte- Muerte, vieja amiga, ¿acaso no tendrás un ápice de compasión de este pobre hombre?, ¿porque no me llevas contigo y acabas de una vez con esta terrible condena?. - Está bien - le contesto la muerte, te llevaré conmigo con la condición de que mates a tu vez a un hombre santo, de esta manera, tu condena continuará igual eternamente sin remisión en el fuego de los infiernos, y desapareció entre una espeluznante carcajada. Estaba llorando amargamente, cuando se le acercó una doncella, casi una niña –
¿porqué lloras? le preguntó con una voz angelical, y él, aún a riesgo que le tomara por loco, le contó la verdad de su historia.
Ella, se le acercó, y enjugó las lagrimas con sus largos cabellos -nada podemos hacer contra la muerte, le dijo, solo sé que te voy a hacer el hombre más feliz de la tierra para que sea ella la que muera de envidia. Al cabo de unos meses se celebró la boda, y la vida de Hassan cambió totalmente, la sonrisa la esperanza y la felicidad volvieron a su rostro y a su vida, un día le recibió Fátima, que así se llamaba su salvadora, con la sonrisa en los labios.... ¡vamos a tener un hijo! le dijo con una voz entre tierna y amarga, y el te librará de la maldición, pero ¿cómo puedes estar tan segura de ello? Pregunto confuso.
- tú sólo debes hacer una cosa, amarme como nunca hombre alguno a querido a mujer,
lo demás se dará por añadidura, pasaron los meses y su amor aumentaba hasta hacerse tan grande, que no cabía entre el cielo y la tierra, llegó el día del parto, y cuando el bebé soltó los primeros llantos, apareció la muerte-
- Vengo a llevarme a tu hijo, le dijo, no puedo consentir, que nada ni nadie haga feliz a ese perro, y se abalanzo hacia el lecho para llevarse al niño, en ese mismo momento, Fátima emergió con una luz y una majestad de tal intensidad que la muerte, cegada y temblorosa, salió huyendo para nunca más regresar...
- Pasaron los años, Hassan y Fátima, fueron envejeciendo dulce y lentamente, hasta que una noche, muchos años más tarde una luz de increíble belleza bajo del cielo
Y les dijo -ha llegado el momento de que gocéis de vuestro amor por toda la eternidad, y envolviéndolos en un maternal abrazo, los alzó hacia el infinito.
Sólo una mujer puede vencer a otra mujer, y sólo el amor puede vencer a la muerte. JUANMAROMO
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