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lunes, 10 de diciembre de 2007
TRASMIGRACIÓN DEL TACTO
Quiero guardar tu tacto
inmune en la memoria,
quiero librar tu imagen
de la erosión del tiempo,
quiero llevar donde el silencio diga
el turbio roce
de tu rumor de encuentro.
Quiero dejar la sombra y el gemido
de tu caricia en mi recuerdo impreso,
y el yugo abierto en que tu cuerpo yace
y el dulce cauce
en que te invado y muero.
Quiero, cuando las venas se adormezcan,
llevarme al aire tu clamor despierto,
tu latitud de musgo por mis manos
tu redención oscura por mis dedos.
Quiero de la mordaza de tus labios
dejar mi boca atenazada y, luego,
en las calladas tardes del olvido,
gozar su jugo de sabor intenso.
De tu perfil de poma y sembradura
quiero la curva doble de tu seno,
quiero la miel que grana en tus pezones,
quiero la negra llaga de tu pelo.
Quiero que tu presencia me ilumine,
ara en que de hombre me inmolé sin precio,
cuando los pulsos tardos se detengan
por las cavernas hondas de mi cuerpo.
Quiero en el margen quieto de lo sido
de tus pupilas su paisaje abierto
y por las turbias sendas de la muerte
hacer camino en tu presencia quiero.
Quiero llevar tu tacto
inmune en la memoria
quiero en las hondas yemas de mis dedos
robar la acequia que en tu piel se posa
y hacerla insomne
temblor...
siempre latiendo.
Porque tu tacto tiene
aromas imposibles,
porque tu boca tiene
orgiásticos venenos,
porque tus ojos miran
alquimias insondables
y en tu cintura habitan
mágicos advientos.
Y si es que acaso
un día aquí volviera
del implacable exilio del destierro,
que el palpitante hueco que desnudas
fuera de nuevo...
cauce
de mi cuerpo.
J.J. Alcolea
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