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martes, 11 de diciembre de 2007
PASIÓN CON FECHA DE CADUCIDAD
Toda pasión caduca a los cuatro años
La química juega un papel esencial en las relaciones | Aunque sólo caduca un tipo de amor, el pico pasional sí es bioquímico
Cuentan que un día, el presidente estadounidense Calvin Coolidge (1923-1929) y su mujer visitaron una granja avícola. Ella se interesó por la frecuencia con que copulaban los gallos, a lo que el granjero contestó que decenas de veces al día. "Por favor, dígaselo al señor Coolidge", dijo ella. Cuando éste fue informado, preguntó: "¿Y siempre con la misma gallina?". "Oh, no, cada vez con una distinta", le respondieron. "Por favor, dígaselo a la señora Coolidge", contestó él.
Desde entonces, el llamado efecto Coolidge se refiere a la tendencia del macho a excitarse ante la aparición de una nueva hembra. ¿El culpable? El hipotálamo, glándula que regula el hambre, el sueño y también los impulsos sexuales. "Es un santuario del erotismo", indicó el doctor Josep Maria Ferrer, del Instituto Universitario Dexeus, durante una conferencia del Instituto de Cultura de Barcelona.
Ferrer centró su conferencia en el papel que juega la química en las relaciones. Empezó con un canto al romanticismo -"El amor no caduca, sólo un tipo de amor"-, para después reconocer que el "pico pasional sí que es bioquímico". Y por tanto tiene fecha de caducidad: de dos a cuatro años.
Es el tiempo durante el que actúa, por ejemplo, la feniletilamina, la "molécula del amor", similar a la anfetamina. "Por eso cuando te dejan tienes como un síndrome de abstinencia", aclaró Ferrer. También es el turno de la dopamina y la noradrenalina, que se relacionan con el placer; y la oxitocina, una hormona vinculada a la afectividad y la ternura.
Después la química también juega en nuestra contra. Aparece la vasopresina, responsable de los celos y la posesividad, y la serotonina, la "hormona del humor" que puede provocar saciedad e inhibición.
Es cuando llega el momento del "amor-tresillo", donde complicidad e intimidad sostienen la relación. Porque, al fin y al cabo, la receta perfecta del amor es la de compromiso-intimidad-pasión. "Y no hay una bioquímica para eso, sino una actitud", concluyó Ferrer.
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